Hipervínculos y las pequeñas revoluciones silenciosas
«La sociedad de la información cambiará nuestra cabeza.»
Umberto Eco
Las revoluciones suelen empezar con pequeños gestos casi anónimos y tener un proceso de incubación largo y silencioso para propagarse de improviso como un virus descontrolado. Esa parece ser la realidad de nuestros días.
Estamos sumergidos en una auténtica revolución de hábitos y formas de pensar, nos enfrentamos a un cambio paradigmático de estilo de vida que se refleja en cada aspecto de nuestra vida cotidiana. A través de lo digital (sin olvidarnos que digital viene del latín digitus, «dedo») nos enfrentamos a la realidad, a nuestro trabajo, a las formas de aprender y colaborar con nuestro entorno.
Vivimos en una era de conexión de máquinas informáticas inteligentes, pero sobre todo nos enfrentamos a una nueva era de interconexión del ingenio humano sin precedentes, las ideas fluyen y se contaminan con total inmediatez por todas las esquinas del mundo en cuestión de segundos.
Este universo digital que parece tener una evolución inagotable y arrolladora, viene desde lejos y ha progresado, contrariamente a lo que pueda parecer, con mucha lentitud gracias a ideas visionarias como fueron la del hipervínculo y el hipermedia, dos de los pilares de nuestra actual manera de distribuir y disfrutar de contenidos audiovisuales.
«Hipermedia» designa al conjunto de métodos o procedimientos para escribir, diseñar o componer contenidos que tengan «texto», «vídeo», «áudio», «mapas» u otros media, y que además permita a los usuarios la posibilidad de interactuar. El enfoque hipermedia de estos contenidos, los califica especialmente como «medios de comunicación e interacción humanas», en este sentido, un espacio hipermedia es un ámbito, sin dimensiones físicas, que alberga, potencia y estructura las actividades de las personas.
El término, originario de Ted Nelson, apareció en los años sesenta en el libro: "No More Teacher’s Dirty Looks". En 1987 Nelson perfeccionó el concepto añadiendo:
«El texto, los gráficos, el áudio y el vídeo pueden ahora estar en vivo de forma unificada, respondiendo a las nuevas necesidades que tenemos con las diferentes formas de expresar la información.»
Aunque no lo parezca, el origen del concepto de hipertexto es bastante más antiguo. En 1945 Vannevar Bush publicó un artículo llamado "As We May Think", donde describió el memex, un dispositivo mecánico de almacenamiento de libros, grabaciones y comunicaciones, de búsqueda muy sencilla, rápida y no lineal. Nunca se desarrolló, pero inspiró el trabajo de sus sucesores Douglas Engelbart, Tim Berners Lee y sobre todo al ya citado Ted Nelson quien a partir del concepto del memex, en los años sesenta, desarrolló la idea de xanadú que consistía en crear un documento global y único «docuverse», que cubriera todo lo escrito en el mundo, mediante una gran cantidad de ordenadores interconectados, que contenga todo el conocimiento existente o, mejor dicho, información en forma de hipertexto (¿alguien dijo Google?).
La escritura hipermedial da lugar a la composición de nuevas modalidades discursivas y lo más original de esta forma es la «construcción no lineal de sentido» a partir de la interacción profunda de los diversos lenguajes que lo componen.
Cuando integramos líneas de código que luego se transforman en reproductores de vídeo, en otras páginas, lo que estamos haciendo es cambiando el marco y el contexto de un contenido, añadiendo cada vez a nuevas capas de valor simbólico.
Este entorno de nuevos significantes necesita de un espacio para darse a conocer, pero sobre todo un espacio para investigar los nuevos lenguajes narrativos audiovisuales que se adaptan a las peculiaridades de los nuevos medios (internet y los móviles).
El audiovisual de hoy no podría existir, tal y como es, si no fuera por la labor de visionarios soñadores del pasado. Los grandes narradores interactivos de este siglo, que están empezando a manifestarse con nuevas y revolucionarias propuestas, deben buena parte de su éxito a esos revolucionarios innovadores.
La evolución digital es inarrestable, y su sentido está en esos dígitos, en esos «dedos», en esos pequeños gestos cotidianos, que hacen posible el acceso y la difusión de millones de historias que no nos cansamos de escuchar.
NOTA: ESTE POST HA SIDO ESCRITO PARA EMBED.AT
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